Salgo en mitad de la fría noche bajo un manto de estrellas, y con él redescubro lo insignificante que es mi vida. Pero sé que mucho más oscura sería la noche sin el brillo de ellas, aún así decido adentrarme en las opacas tinieblas. Me encamino hacia el bar, donde las penas se convierten en raciones de alcohol y los llantos en chupitos de vodka. El santuario donde nadie critica a nadie, donde todos somos penosos por iguales y donde el recuerdo de ella no encuentra el modo de atacarme. Las horas pasan. Pasan por mi garganta, caen en mi estómago y atacan a mi hígado. Pero mi mente está tranquila, y el corazón solo. Eso es lo que importa.
Salgo ebrio por la puerta, tambaleándome y siguiendo las constelaciones. Las estrellas forman un camino hacia mi casa, como un rastro de migas de pan que he memorizado ya de tanto ir y venir. Pero también forman dibujos, imágenes y recuerdos. La veo a ella, tan guapa como siempre, y feliz cómo nunca. Nos veo juntos, agarrados de la mano paseando por el universo, tocando los astros con la yema de los dedos y bailando entre soles. Y por último, ahí está, huyendo de mi, cómo si fuese ese bicho raro en el que los demás tratan de convertirme. Quizás lo hayan conseguido ya.
Caigo al suelo rendido, soltando un último pestilente aliento, que marchitaría a la más hermosa de las flores. La gente me evita, incluso siento algunos pisotones. Estoy tirado en mitad de la calle y nadie parece notarlo. Por ser distinto y único me han ignorado, nunca pertenecí a ningún grupo, no encajé en ningún lado, y eso me apartó del mundo, solo quería ser diferente. Me he quedado solo, y los amigos que un día tuve me han olvidado hoy, ni siquiera asistirán a mi entierro, el cual oigo llegar.
Cierro los ojos y en la oscuridad aparecen colores, cambiando constantemente de tonalidad. Los abro otra vez, y me quedo mirando las estrellas. No sé si es el frío, el alcohol o la soledad lo que me está matando, pero noto a la parca acercarse con su manto negro, susurrándome. Me camela con sus halagos, y me hace sentir querido, por primera vez en mucho tiempo alguien me desea. He decidido irme con ella, nadie llorará mi muerte. Este mundo no está hecho para mi. Noto mi alma abandonar mi cuerpo dejando atrás todas las penas, y me fundo finalmente con el universo. Y ahí se queda, lo único que me vinculaba a ese mundo hostil, un cuerpo que pronto será presa de gusanos y parásitos. Y mientras tanto, nadie se da cuenta de que estoy... muerto.
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