Y es que cada vez que me giro me vuelvo a enamorar.
Ya se ha vuelto algo habitual, algo normal. ¿Eso es bueno...o es malo?. Solo es compararlo con el beber. El amor es como una borrachera: te lo pasas genial, te diviertes, eres el dueño de todo, y de nada. No eres consciente, las cosas no son como tu las ves. Se te nubla la vista y distorsionas la realidad, a tu manera, a tu gusto. Haces cosas que de normal no harías, porque te crees imparable.
¡Ay de ti cuando llegue la resaca! El amor no es distinto al alcohol. El desengaño es lo peor, sientes como tu mundo se derrumba. Como la gente es feliz mientras tu no eres nada. Despiertas de tu querido sueño y ves que no fue real. Reniegas de lo que hiciste mientras estabas en ese trance, porque te sientes avergonzado por tu actitud. No quieres recordarlo.
No hay resaca si sigues bebiendo, no hay desamor si sigues enamorado...pero el amor no es eterno. Es la razón, por la que prefiero el alcohol al amor, la borrachera al enamoramiento y la resaca al desamor.
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