No es posible. Los redobles de tambor resuenan en mi cabeza. Y parece que cada golpe desordena las ideas que hay dentro de ella, como si no tuviese ya suficiente...
Son pequeños golpes. Ta, tatá, tatá. Pequeños, suaves, inconscientes...pero persistentes. De gota en gota derriba el agua el más fuerte de los muros, solo necesita una cosa: El tiempo, y ella...tiene todo el tiempo del mundo para derribar el mio.
No obstante, hay momentos en la vida, en los que se para el tiempo. Momentos que hacen que los redobles suenen con la fuerza del granizo, desordenando así las ideas más arraigadas. Hacen que el corazón lata con rapidez, confundiendo los latidos con tambores y viceversa.
Sabes que esos tambores no te dejaran pensar. Harán que las cosas vayan mal, muy mal. Sentirás un fuego quemando tus entrañas, haciendo que odies este mundo y te sentirás más vivo que nunca.
¿Pero quienes son ellos para juzgarte? Un solo día dentro de tu cabeza y se volverían todos locos. No soportarían los monótonos redobles de tambor. Haciéndote sentir tan vivo... y matándote por dentro al mismo tiempo.
Hay cosas que deberían ser y nunca lo serán, cosas que son y no debieron ser. Ahora te da igual, porque sabes que cada caída, hace que otra pieza del domino caiga, y llegará el día en el que esas caídas piezas formen el más bonito dibujo que tus ojos puedan ver.
Entonces, y solo entonces, los tambores pararan de sonar, pudiendo ser tu mismo. Solo una pieza del domino, solo necesitas una.
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